Sonia Carballo "SOCATOBA" y Ramón Clapers forman, a nuestro modo de ver, un universo donde la imaginación del observador es lo básico, donde por la pura observación se nos puede llevar a un paraíso de sensaciones y de vibrantes sentimientos.
La obra de Socatoba contiene una sensualidad tan evidente que no deja al observador indiferente y nos lleva a un mundo que, por desgracia, solo algunos elegidos pueden vivir.
Ramón Clapers nos muestra en su trabajo que todo surge de la naturaleza. Parece como si hubiera perdido el respeto por el material que utiliza para crear y recrearse, pues utiliza la madera en formas imposibles llenas de sensualidad y misterio.

FEMINIDAD Y DELIRIO, CRÓNICAS Y PLEGARIAS… O LA CONDICIÓN HUMANA

Procurar el conocimiento poético del mundo exige irremediablemente un distanciamiento irónico a la hora de observar y narrar la realidad. Entre lo sencillamente claro y reconocible y una refinada y retorcida paradoja, Sonia Carballo “Socatoba” aborda sus visiones sobre la condición humana. Su remarcado asombro por la existencia del individuo y por sus complejas relaciones -a través de la psique y el cuerpo- consigo mismo y con lo que le rodea, le lleva a hablar de los complementos invisibles, pero indisolubles en el espacio y en el tiempo, de nuestra permanentemente vacilante constitución.
Manifiestas a través de extensiones y revestimientos a medio camino entre madejas de pelo y fibras musculares, las figuras femeninas que pueblan Formando parte de un paraíso resultan tan héroes como víctimas. Habitantes de erógenos estadios suspendidos, su existencia deriva del juego entre aventura y vicisitud. Metafísicas, filosóficas, épicas y emocionales nos hablan, desde el simbolismo, sobre los asuntos mayores de la vida y la muerte como un reto de tensión permanente entre múltiples flujos.
Mutación, referentes zoomorfos, movimientos coreográficos, atlético contorsionismo y monstruosidad informan estas desangeladas y oscuras pin-ups. Ambiguas y seductoras, con sus hebras esenciales ilustran la voracidad que supone ser habitadas por sentimientos que se aprietan unos dentro -y en contra- de los otros.
Auráticas cual deidades en frontones de santuarios sus sensuales explosiones acogen también, en una trascendente bacanal, su papel pagano como representación del deseo. Carnestolendas de poderosa energía masculina en delicados y sinuosos trazos femeninos articulan, desde una sofisticada madurez compositiva, el dinámico equilibrio de extremos que configura la rúbrica de Socatoba.
En su recíprocamente invasiva contigüidad espacial, sus maravillosas máquinas corporales fluctúan entre conciencia psicológica e imaginación surrealista. Irradiaciones de la misma desesperación y entusiasmo que impulsan a su autora, sus asuntos son al fin y al cabo los de todos los seres humanos en todos los tiempos. Horror y romanticismo, salvación y condena, lo irremediable y lo posible, son las luces y sombras de este paraíso donde no hay escisión entre el cielo y la tierra, donde el oasis es una expresión del averno que nos recuerda que el abismo también forma parte de nosotros.
Multiformes y abatidas, sus exultantes ninfas reflejan la compleja grandeza de la existencia más allá de los confines corporales, la atrocidad que hace contrapartida a las ilusiones como reflejo certero del alma. Aprovechando su estado de incertidumbre permanente sobre la humanidad como fuente de inspiración, Socatoba plasma escenarios de inquietud con vida propia. Sus instantáneas de destinos fantasmales, guiados por la pulsión del deseo e irremediablemente dominados por la muerte, se revelan ante nosotros como narcóticas temperaturas ambiente para el cultivo del sosiego.

Texto. Alex Brahim comisario de arte independiente